Periodismo que inspira: voces que tejen esperanza y rompen moldes por vidas libres de violencia de género

 Periodismo que inspira: voces que tejen esperanza y rompen moldes por vidas libres de violencia de género

Por: Gabriela Peralta  @gaperalta07

Publicado 26 de diciembre del 2025

 

¿Cómo narrar las violencias sin revictimizar? ¿Cómo construir, desde la comunicación y el periodismo feminista, alternativas de esperanza en medio de contextos hostiles y violentos? Estas fueron algunas de las preguntas que guiaron la serie de tres foros digitales sobre “Periodismo que inspira y rompe moldes”, realizados con las ganadoras de la beca Zarelia – Rompiendo Moldes 2024, una iniciativa que Festival Zarelia impulsa junto a Wambra y Oxfam en Lac en el marco del Informe 2 Rompiendo Moldes, de la violencia a la desigualdad en Latinoamérica. 

Las reflexiones, que nacieron desde Ecuador, México, Chile, Perú, Bolivia y Argentina, dejaron algunos aprendizajes que son los pilares de un quehacer comunicacional y periodístico que busca transformar realidades: la necesidad de una pedagogía crítica que escuche, el cuidado como ética profesional y la colectividad, no como una idea suelta, sino como un entrelazamiento de voces, luchas y territorios.

 

Otras narrativas para resignificar la violencia de género y prevenirla

El periodismo que busca prevenir y resignificar las violencias propone, primero, aprender a escuchar los lenguajes en los que estas se expresan y naturalizan, lo que invita a romper el molde de la autorreferencia para salir de la burbuja discursiva y entender los códigos de audiencias diversas. La comunicadora ecuatoriana Sofía Torres, creadora de FemTrastornada, identificó este reto al exponer su trabajo, «El valor social de los hombres», dirigida a un público masculino joven, afectado por discursos de la llamada manósfera, espacio digital donde se consume contenido misógino y machista ligado a la ideología de ultraderecha.

Su proyecto, que surgió de su militancia feminista y de la convivencia con hombres a lo largo de su vida, busca llenar un vacío. «En ese hueco que queda […] de hacia dónde van los hombres, en este vacío que deja justamente el patriarcado que no permite que puedan explorar emociones, cuidado o verdaderas relaciones de cercanía, llega toda esta ideología muy machista», explicó. Su estrategia fue doble: usar el formato audiovisual para «engañar un poco al algoritmo» y, sobre todo, escuchar para construir un diálogo pedagógico. Esta escucha es urgente en un contexto donde, según el informe Rompiendo Moldes 2, 8 de cada 10 jóvenes aún creen que el hombre debe ser el proveedor del hogar, un imaginario que endurece los roles de género o donde la mitad de los jóvenes aún normaliza el rol tradicional de la mujer como cuidadora, un estereotipo que sostiene una carga desigual en el cuidado: las mujeres dedican 4.9 horas diarias al trabajo doméstico y de cuidados, más del doble que los hombres. «Más allá de eso también es necesario saber por qué está calando tanto», explicó Sofía sobre estos discursos machistas. «Y que se deje de apuntar la culpa hacia las mujeres o el feminismo […] sino realmente a las desigualdades estructurales que son las que están causando los problemas […]”. Esta pedagogía, que implica salir a escuchar para luego crear, es la estrategia de una narrativa preventiva.

Para la ilustradora mexicana Gogo Ortiz, en su proyecto, “Las ancestras: por una resignificación de las violencias y prevención”, la clave fue abordar las violencias intergeneracionales y combinar lenguajes —texto, ilustración, video— para resignificar historias dolorosas que, muchas veces, no salen a la luz. Su trabajo buscó no solo visibilizar, sino generar un diálogo intergeneracional transformador: «Para también poder aprender de ellas. Algo que no debemos dejar de lado es que exista el periodismo con perspectiva de género, pero también en un sentido en el que apueste a otras soluciones».

FORO #1:  Otras narrativas para resignificar las violencias y prevenirlas

 

Frente a violencias intersectadas construimos alternativas trenzadas

Cuando las violencias se cruzan —por motivos de género, discapacidad, identidad y otros— la respuesta del periodismo que inspira no puede ser aislada. De hecho, si hay un consenso transversal entre las becarias, durante el Foro #2, Frente a violencias intersectadas construimos alternativas trenzadas, es que la ética del cuidado debe guiar todo el proceso comunicacional y periodístico feminista. Este cuidado es el tejido base para trenzar alternativas a realidades complejas de contar.

Para la periodista chilena Andrea Medina, del medio Disversa, quien investigó la violencia cotidiana contra mujeres con discapacidad, esto significó priorizar las voces de los grupos históricamente vulnerados y desglosar las microviolencias que el sistema y los medios tradicionales pasan por alto.

“A las mujeres con discapacidad se nos cuestiona todo: cómo pudiste ser madre, cómo puedes cuidar. Siempre hay un cuestionamiento, independientemente de lo que logres”, señaló Andrea, y destacó que desde la comunicación y el periodismo se debe narrar desde la dignidad. Para ella, el periodismo feminista busca ser un puente que muestre las vulneraciones que viven las mujeres con discapacidad, no como casos aislados, sino como una condición estructural que exige soluciones entrelazadas. Esta interseccionalidad es fundamental, ya que el informe Rompiendo Moldes 2 señala que los motivos de discriminación más mencionados por jóvenes son la apariencia física (52%), el color de piel (26%) y la clase económica (24%), estas se intersectan y agudizan las desigualdades sociales que, principalmente, recaen sobre los cuerpos de las mujeres.

El cuidado también es la herramienta fundamental para abordar violencias estructurales profundas, donde el Estado es cómplice por acción u omisión. Gloria Purizaca, periodista de La República del Perú, enfrentó esto al investigar el uso de biopolímeros o silicona en mujeres trans, un tema marcado por la estigmatización y la negligencia institucional en el sistema de salud.

El reportaje de Gloria, «Transición sin dignidad» ilustra cómo las violencias se interseccionan y acrecientan. La transfobia social, la exclusión del sistema de salud y la precariedad económica se conjugan, forzando a las mujeres trans a asumir riesgos extremos contra su salud para modificar su cuerpo. Frente a estas negligencias, su trabajo periodístico activa un contra-relato. Al entrelazar los testimonios de mujeres de Lima, la capital de Perú, y Piura y Loreto, dos ciudades alejadas de la centralidad, no solo denuncia un problema de salud pública, sino que transforma experiencias personales de dolor en un reclamo colectivo y político por el derecho a una transición segura y a una vida digna para las personas trans. «Se buscaba que todo se narre a través de sus voces. Eso me pareció importante porque muchas de ellas necesitaban sacar estos pensamientos o las demandas que tienen con respecto al Estado». Su narrativa demuestra que la solución, al igual que el problema, es integral: requiere de una respuesta del Estado que cruce la salud pública, el respeto a su identidad y la justicia social para una vida con dignidad.

De la misma manera, pero en el cruce entre la migración y el racismo, la investigadora mexicana afrodescendiente, Ana Hurtado expuso en su trabajo cómo el segregacionismo racial y el racismo lingüístico se interseccionan con las políticas migratorias represivas en México, República Dominicana y Chile, radicalizando una violencia específica contra mujeres afrodescendientes y haitianas. «En este contexto en el que hay mucho debate sobre el racismo hay que hablar de estos racismos que a lo mejor están más escondidos, como el racismo lingüístico», argumentó Ana. Su reportaje, «Trump no es el único demonio: Mujeres afrodescendientes frente al segregacionismo racial y el racismo lingüístico», trenza estratégicamente las voces de activistas como Michel-Ange Joseph, de Chile, y Ana Belique, de República Dominicana. Al hacerlo, no solo muestra un patrón regional de opresión dónde género, estatus migratorio, idioma y otros se combinan para negar derechos, sino que teje un relato transfronterizo que conecta luchas locales e internacionales para revelar su poder colectivo. Su trabajo periodístico demuestra que, frente a violencias   estructurales, la alternativa es una solidaridad que se narra, se visibiliza y se fortalece a través de historias compartidas.

FORO #2: Frente a violencias intersectadas construimos alternativas trenzadas

 

 

Activismos y esperanzas feministas colectivas

Frente a la violencia y la represión conservadora, las periodistas y comunicadoras feministas encontraron formas concretas de sostener la esperanza en sus trabajos. En el Foro #3, Activismos y esperanzas feministas colectivas, Samira Folleco de Amandla Medio, de Ecuador, documentó la economía negra de mujeres afroesmeraldeñas.

Samira relató historias de mujeres comerciantes, artesanas, curanderas, gestoras de comunidades de Ibarra y San Lorenzo, dos ciudades fronterizas del norte de Ecuador, donde se concentra alta población afrodescendiente, como la tía Cachucha, de 94 años, mujeres que resisten, incluso, frente a un sistema que las precariza, las enferma y las entierra. «Yo pensaba en eso cuando hice el producto, porque todas las mujeres que están ahí son mujeres que toda una vida han hecho estas prácticas», explica Samira. Su reportaje muestra que: «las mujeres negras, las mujeres indígenas, las mujeres de sectores populares desde hace muchísimo saben qué es el feminismo, tienen prácticas feministas comunitarias, incluso sin que tenga el nombre de feminismo».

Para Samira, la esperanza, aquí, tiene manos negras y sabe de raíces: «creo que la esperanza feminista que me dejan estas mujeres es que es posible militar desde lo colectivo». Su reportaje se convierte en una herramienta de inspiración comunitaria precisamente porque no idealiza, sino que visibiliza historias de mujeres que han sostenido familias y comunidades a través del conocimiento ancestral y la economía comunitaria. «La devolución que hacemos es, sobre todo, representación y cuidado», afirma. Esta representación y cuidado es política: demuestra que las alternativas económicas y sociales deben ser reconocidas en lo que ya existe y se defiende todos los días en los territorios.

Desde Bolivia, la esperanza toma la calle y se hace cuerpo. Paola Quispe, de la organización Awasqa, registró la historia del colectivo Mujeres de Plata de Potosí, cuya consigna y posición política es «somos mujeres no gratas, pero contra el machismo». Estas mujeres, muchas de ellas jóvenes, operan desde una lógica de micropolítica concreta: asesoría jurídica en plazas, acompañamiento a víctimas de violencia en tribunales, creación de grafitis en edificios simbólicos. «Ellas son una escuela andante feminista. Cualquier mujer que acude a ellas solo quiere sentirse acompañada”, describe Paola. Esta simple, pero radical práctica de acompañamiento desmonta la noción de la justicia ordinaria que, muchas veces es un trámite burocrático individual y la replantea como un acto de solidaridad colectiva.

El activismo de Mujeres de Plata, y el reportaje de Paola que lo documenta, inspira articulaciones porque demuestra que la resistencia puede ser cotidiana. Paola relata cómo durante sus acciones en la plaza, la gente, incluso hombres, se acercaban a preguntar: «¿Cuándo van a marchar? Yo quiero marchar». Su trabajo, que habla de minería, de contaminación y de violencia patriarcal local, ofrece un espejo en el que otras mujeres de comunidades y sectores populares pueden verse y reconocer su propia capacidad de acción frente a las violencias que, según el Informe Rompiendo Moldes, son más frecuentes en la calle (57%) y el transporte público (46%).

Desde Argentina, Carla Perelló contó cómo un gobierno ultraderechista como el de Javier Milei busca desmantelar y eliminar derechos de la comunidad LGBTIQ+. En este escenario, el reportaje de Carla inspira porque conecta el hilo histórico y la memoria. Al recuperar las luchas por el matrimonio igualitario y la ley de identidad de género, y al entrevistar a pionerxs del movimiento, teje un puente entre las conquistas del pasado y las resistencias del presente. Esto demuestra que los retrocesos no son definitivos y que existe un saber colectivo acumulado para enfrentarlos. Su mirada es esperanzadora en un contexto donde, pese a la violencia, 8 de cada 10 jóvenes están a favor del matrimonio igualitario, un avance significativo en la aceptación social.

En un momento donde el poder busca borrar estas historias, el periodismo y la comunicación feminista se erigen como un acto de resistencia y muestran que la esperanza se alimenta de la propia historia de lucha y de la certeza de que, como dice Carla, “siempre, siempre, siempre por algún lado corre la inconformidad, corre la organización […] siempre en algún rincón hay esperanza, siempre, siempre». Su trabajo es, precisamente, ir a esos rincones: rastrear las redes de solidaridad, las asambleas que se autoconvocan, las estrategias legales que se articulan.

El recorrido de estas tres conversaciones digitales culminó con una certeza tejida por las becarias: el periodismo que inspira y rompe moldes es aquel que escucha, que cuida para trenzar alternativas frente a violencias, y que relata con dignidad historias que muchas veces son silenciadas o negadas por los relatos hegemónicos.

Además, la respuesta a cómo sostener e impulsar esperanza desde el periodismo y la comunicación, frente a la violencia y represión conservadora es práctica: hay que visibilizar los mundos que ya existen, como las economías comunitarias, las escuelas feministas andantes y las redes de resistencia colectiva.

FORO #3: Activismos y esperanzas feministas colectivas