Esperanza que desafía al odio:
reflexiones desde el Festival Zarelia

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Por: Graciela Tiburcio, La Malpensante, Perú @Graciela_Jimena

Publicado 10 de diciembre 2024

Frente al auge de grupos y políticas antiderechos en América Latina y el Caribe, el Festival Zarelia se consolidó como un espacio fundamental para el diálogo y la resistencia. Durante dos días de evento, periodistas y comunicadoras feministas exploraron estrategias para desafiar el odio, promover la esperanza y construir narrativas que transformen la realidad de nuestros países.

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En un contexto marcado por el aumento de la violencia, el odio y la desdemocratización en América Latina y el Caribe, el Festival Zarelia: Periodismo, Medios Digitales, Género y Feminismos se erige como un espacio necesario para reflexionar, resistir y reconstruir desde el periodismo feminista. La quinta edición, celebrada el 26 y 27 de agosto, reunió a más de 100 iniciativas de periodismo y comunicación de la región con un enfoque central: la esperanza y el cuidado. En medio de la adversidad, los debates en Zarelia abordan cómo el periodismo feminista no solo documenta las luchas de nuestros pueblos, sino que también es un acto de resistencia colectiva que pone en el centro el bienestar, la solidaridad y la justicia.

A lo largo de diversos foros y mesas de diálogo, se reflexionaron algunas de las problemáticas más apremiantes que afectan a los medios y, sobre todo, a los derechos de las mujeres, las disidencias y los pueblos latinoamericanos. Desde los desafíos para la libertad de expresión en contextos autoritarios, hasta acciones emprendidas por periodistas feministas para transformar sus redacciones y hacerle frente a la avanzada antiderechos, el Festival fue un espacio de diálogo profundo y propuestas para resistir estos tiempos difíciles. Aquí presentamos un resumen de los puntos más relevantes abordados en cuatro paneles que compartieron reflexiones en el Eje de autoritarismos, antiderechos y feminismos.

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Periodismo feminista para resistir a los autoritarismos

Uno de los principales ejes del festival fue la violencia que enfrentan las mujeres periodistas en contextos de autoritarismo y retrocesos democráticos. En el coloquio del Festival Zarelia, titulado “Violencias contra mujeres periodistas y comunicadoras en contextos de autoritarismos, políticas antiderechos y discursos de odio, se destacó cómo el periodismo feminista se ha convertido en una herramienta clave para combatir la censura, los ataques sistemáticos contra las libertades de expresión y los derechos de las mujeres.

Las ponentes, Camila Parodi del medio Marcha (Argentina), Clanci Rosa de Revista Brújula (El Salvador), Alondra Santiago de Ingo.ec (Cuba-Ecuador) y Sofía Montoya de Las Warmis (Ecuador), compartieron sus experiencias enfrentándose a regímenes autoritarios que buscan silenciar sus trabajos y, con ello, sus voces.

A través de sus intervenciones, exploraron el papel que juegan los Estados y los grupos conservadores en la represión del trabajo periodístico, destacando la valentía de quienes, pese a todo, perseveran en narrar las causas justas. Por ejemplo, Clanci Rosa alertó sobre cómo el régimen totalitarista de Nayib Bukele, en El Salvador, ha impactado de forma “profunda y negativa” en la democracia y en el periodismo.

De acuerdo a la Asociación de Periodistas de El Salvador (APES), el 2023 fue el año más crítico desde que Nayib Bukele asumió la presidencia en junio de 2019 ya que se registraron 290 alertas, lo que representa un alarmante aumento del 391.5% en comparación con 2022. Este incremento se atribuye principalmente a un notable aumento del 700% en los discursos estigmatizantes, así como un incremento de 658% en agresiones y ataques, y un 383.3% en restricciones al acceso a la información pública.

“Hay muchas compañeras que han decidido no continuar con el periodismo porque hay un Estado que no da garantías para el ejercicio del periodismo. (…) Esto lo que está haciendo es silenciar historias importantes, también socava el papel fundamental de la prensa en la promoción de la igualdad de género y los derechos humanos. Si las mujeres periodistas dejamos de hacer periodismo, hay historias que no se van a contar”, resaltó Rosa.

El caso de Alondra Santiago, reportera del medio digital Ingo.ec nacida en Cuba y residente en Ecuador desde que tenía 13 años, es un claro ejemplo de cómo opera la censura y persecución contra las periodistas descrita por Clanci. Alondra se vio forzada a abandonar el país luego de que el gobierno de Noboa le retirase la visa por criticar sus políticas de Estado.

La censura ejercida contra Santiago no es un caso aislado en Ecuador. La periodista Sofía Montoya, del programa Warmis de Radio Pichincha,  alertó que el país ha experimentado un aumento significativo en la violencia contra los medios de comunicación desde que Noboa asumió el cargo. Desde noviembre de 2023, se han documentado 139 agresiones contra la prensa, incluyendo ataques verbales, abusos de poder, atentados físicos y amenazas.

Parodi recalcó que estas prácticas de censura e intimidación son parte de las estrategias que utilizan los regímenes fascistas, como lo es el gobierno de Javier Milei. Esto puede sonar duro, pero justamente Camila enfatizó la importancia de nombrar el fascismo como tal para “combatirlo efectivamente”. Las experiencias compartidas por las periodistas muestran el impacto devastador que los regímenes autoritarios tienen sobre la libertad de expresión y el ejercicio del periodismo, especialmente en lo que respecta a las mujeres.

La represión sistemática de voces críticas no solo busca silenciar a las periodistas, sino que también crea un clima de miedo que afecta a toda la sociedad. Este ambiente hostil dificulta la difusión de información veraz y fomenta la autocensura, lo que a su vez perpetúa la desinformación y el control social. La violencia contra las mujeres periodistas no es solo un ataque individual, sino un ataque a la democracia misma, ya que vulnera el derecho de la ciudadanía a estar informada y a participar en el debate público. Estos regímenes buscan consolidar su poder eliminando las voces disidentes.

Frente a estos múltiples contextos adversos que deterioran la libertad de prensa y la lucha por los derechos, ¿qué puede hacer el periodismo feminista? Las ponentes coincidieron que es fundamental tejer redes de apoyo entre periodistas y medios feministas. Cada una de ellas enfatizó en la necesidad de retomar los ideales que dieron origen a sus medios: el autocuidado colectivo, la desobediencia intergeneracional, y la creación de narrativas que desafíen las estructuras de poder.

“En Marcha nos oponemos a que el enojo sea un proyecto político para los pueblos. Necesitamos de una narrativa que ponga la vida, nuestros placeres y la salud mental en el centro, y que ya está siendo construida en nuestros territorios, en los movimientos sociales y campesinos”, destacó Camila Parodi.

Y fue precisamente el reto de construir narrativas transformadoras el tema que se profundizó en el segundo conversatorio del Festival, donde se exploraron estrategias concretas para fortalecer estas narrativas y su impacto en la lucha por la igualdad.

 

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Narrativas transformadoras contra la violencia y la desigualdad

Al hablar sobre nuevas narrativas es fundamental reconocer el papel crucial que cumplen en la transformación social. Si bien suena retador, lo cierto es que las organizaciones y medios feministas han logrado generar impactos reales. Algunas de estas experiencias se compartieron en el segundo foro del Festival Zarelia, titulado “Cambiar las narrativas para transformar los imaginarios de violencia y desigualdad desde una apuesta interseccional”, el cual contó con la participación de Quimy León de Ruda Prensa Comunitaria (Guatemala), Caracol López de AJ+ Español (México), Gloria García, Directora Regional de Oxfam y Paola Gutiérrez, Oficial de Prevención de Violencias basadas en Género, de Oxfam Latinoamérica (Colombia), así como Juanita Francis Bone de Mujeres Asfalto y Amandla Medio (Ecuador).

Un ejemplo claro de este impacto se evidencia en los resultados del estudio ‘Rompiendo Moldes de Violencia y Desigualdad’ realizado por Oxfam sobre las percepciones acerca de la violencia basada en género de las juventudes, en el cual participaron 1.910 jóvenes de Latinoamérica entre 15 y 34 años. Esta investigación destaca que, al proporcionar herramientas narrativas inclusivas y representativas a las juventudes, se ha fomentado una mayor conciencia sobre los problemas de desigualdad, lo que les permite cuestionar y desafiar los imaginarios tradicionales que perpetúan la violencia.

Por ejemplo, el 50.3% de jóvenes participantes consideró que “el color de piel y lugar de procedencia” influyen en las “oportunidades de trabajo”. En esa misma línea, la mayoría de jóvenes también cree que el desempleo es una situación que expone a las personas a vivir violencias de género. Los hallazgos muestran como, poco a poco, las juventudes van rechazando los estereotipos y roles de género que refuerzan las desigualdades.

“Está ocurriendo un cambio cultural, sobre todo en los movimientos de jóvenes. Desde los activismos y el movimiento feminista hay una voz esperanzadora. Hay imaginarios que están cambiando”, señaló García. Mientras que, Gutiérrez, motivó a las periodistas feministas a seguir fortaleciendo sus labores para combatir las desigualdades. “Del trabajo con el periodismo feminista hemos aprendido que es necesario nombrar la violencia para contar la esperanza”, destacó.

Por supuesto, este cambio cultural también es fruto del trabajo que realiza el periodismo feminista al construir narrativas que no solo buscan visibilizar las luchas y realidades de las mujeres, disidencias y pueblos, sino que también proponen alternativas a la opresión y la violencia sistémica. La cobertura realizada por AJ+ Español sobre la violencia ejercida por Israel hacia el pueblo palestino es un claro ejemplo de esto, ya que no se limitó a reportar los hechos de manera convencional, sino que también enmarcó la situación en un contexto más amplio de injusticia y resistencia.

Caracol López explicó cómo el equipo se centró en cinco ejes: contexto, lenguaje, foco, resistencia y metodología. A través de testimonios directos, análisis críticos y un enfoque en las voces de quienes viven esta realidad, lograron generar una conciencia crítica y empática al visibilizar no solo el sufrimiento del pueblo palestino, sino también las formas de resistencia que han desarrollado para sobrevivir a la ocupación y el apartheid israelí.

López sostuvo que “los límites de tu lenguaje son los límites de tu visión del mundo”, por ello, pusieron especial atención en la selección de palabras que utilizaron para narrar el genocidio perpetrado por Israel contra Palestina con el objetivo de evidenciar la masacre que está afectando las vidas y derechos de miles de palestinas y palestinos. Esto conllevó un continuo trabajo de aprendizaje interno y una reflexión profunda sobre cómo el lenguaje puede influir en la percepción pública y en la construcción de narrativas.

En esa línea, Quimy de León, de Ruda, agregó que, para lograr el cambio social, es necesario generar un cambio en el modelo tradicional de hacer periodismo y al interno de las redacciones. Bajo esa consigna, Ruda busca ser una sala de creación feminista donde todas sus periodistas entablan relaciones de trabajo horizontales, eliminando las jerarquías y rivalidades que enmarcan al periodismo tradicional, poniendo el autocuidado como eje central en el desarrollo de sus investigaciones y reportajes.

Además, plantea la relevancia de reconocer las voces que se desean visibilizar y a quienes desean comunicar. Por ello, Ruda se enfoca en destacar las historias de las mujeres, las diversidades, las niñeces, las juventudes y los pueblos indígenas, estableciendo un contacto directo con ellas y ellos para elegir en conjunto cuáles son las historias y problemáticas que desean hacer públicas desde una perspectiva a la que llaman “periodismo de resiliencia”, el cual prioriza las narrativas esperanzadoras y los testimonios de lucha sobre los relatos de violencia y dolor.

Con el objetivo de visibilizar las luchas e historias silenciadas, Juanita Francis Bone narró el proceso de organización que tuvieron las mujeres afroecuatorianas de Esmeraldas, Ecuador, para fundar el medio digital Amandla, desde el cual apuestan por la comunicación comunitaria y feminista que piensa, relata y actúa desde los territorios, principalmente desde la diáspora negra del Ecuador. Para ellas, el periodismo y la comunicación son una herramienta para la visibilización política y de la defensa de los derechos humanos.

Con el propósito de narrar sus propias historias y reclamar el espacio mediático para visibilizar las voces negras, nació también Bochinche Lab, un laboratorio de creación de contenido y comunicación popular desde las comunidades y territorios. De esta forma, fomentan la inclusión del enfoque étnico en el periodismo, el cual consiste en narrar las historias desde la ética. Es decir, asegurándose de obtener el consentimiento y contar las experiencias de manera fiel y empática. Esto también implica tener conciencia sobre cómo el hacer públicas las realidades de las comunidades y sus historias de lucha puede tener un impacto directo sobre ellas.

De igual modo, contempla rechazar el lenguaje racista, sexista y la xenofobia para evitar reproducir estereotipos y prejuicios, así como evitar el uso de imágenes que refuercen los estereotipos de hipersexualización o exotización de las comunidades. Así como poner en el centro a los sujetos de derechos, entendiendo que las comunidades no son objetos de estudio, lo que conlleva a no folklorizar ni espectacularizar sus historias. Y, finalmente, visibilizar a las y los narradores territoriales, amplificando sus voces sin sustituirlas.

“Cimarronear la comunicación es un acto político y de reparación para nuestros territorios. Es una contribución para dignificar la vida y transformar el imaginario colectivo”, concluyó Francis motivando a las asistentes del foro a seguir impulsando y defendiendo las narrativas que no cedan ante los discursos hegemónicos.

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Retos y estrategias del periodismo feminista frente a la desinformación y los discursos de odio

A medida que las iniciativas de periodismo feminista continúan transformando narrativas y visibilizando realidades, también enfrentan importantes retos en un contexto marcado por la desinformación y los discursos de odio. Ese fue el tema abordado en la mesa de diálogo titulada “Desinformación, discursos antiderechos y de odio: ¿qué puede hacer el periodismo y la comunicación feminista?” en la que participaron Sybel Martínez y Ana Acosta de Wambra (Ecuador), Cristina Vega y Ailynn Torres de Flacso (Ecuador/Cuba); y Michelle Nogales de Muy Waso (Bolivia) con la moderación de Verónica Calvopiña de Wambra (Ecuador).

A lo largo de este intercambio, las ponentes resaltaron la importancia de que el periodismo y la comunicación feminista desarrollen estrategias efectivas para contrarrestar la desinformación y, a su vez, respeten la dignidad de las personas que están viviendo injusticias. Para lograrlo Cristina Vega y Ailynn Torres enfatizaron en la necesidad de mirar las distintas capas y niveles de articulación de los actores antiderechos a nivel local, nacional y transnacional; en escala amplia o micro, ya que, desde esos diversos espacios, es donde las políticas antiderechos y antifeministas cobran fuerzas y se posicionan, así como el impacto que las políticas antifeministas tienen en los sentires e imaginarios de las personas afines a estos grupos.

Para ambas académicas, el rol de las organizaciones y los medios feministas no se limita a denunciar las políticas antiderechos, sino que también incluye la tarea de explicar cómo se producen estas políticas y conectar sus consecuencias con la realidad de las comunidades. Utilizando ejemplos concretos, pueden ilustrar el impacto que estas medidas tienen en la vida de las personas, lo que ayuda a generar una comprensión más profunda de las injusticias que enfrentan poniendo en el centro la dignidad de las personas.

Además, destacaron que enfocarse en analizar los discursos antiderechos permitirá comprender cómo es que estos actores establecen asociaciones negativas entre libertad y progresismo, entre vida y aborto o entre familia y feminismo. De esta manera, el periodismo feminista podrá potenciar sus propias narrativas para hacerle frente a las acciones y políticas que atentan contra los derechos.

Tal como lo hicieron Sybel Martínez y Ana Acosta en el reportaje “Impunidad sagrada. El abuso sexual clerical y el silencio de la iglesia”, que visibilizó a los actores y procesos de la Iglesia Católica que mantienen en la impunidad los abusos sexuales cometidos por sus clérigos. En el reportaje se abordó la historia de Ricardo, un adolescente que fue abusado sexualmente por F. Cadena, desde un ángulo que puso la atención en el agresor y en la institucionalidad de la Iglesia que permitió la impunidad en lugar de enfocarse en la víctima, como suele ocurrir en muchas coberturas sobre violencia y abuso.

Acosta destacó que, en el periodismo feminista, no solo importa el resultado, sino también la metodología empleada para contar las historias. “El periodismo feminista no sólo le pone atención al producto final sino a las formas, el proceso y la metodología de cómo construimos esa historia. Aquí hay una metodología que parte desde la confianza como punto central”, explicó la periodista.

Gracias a este enfoque basado en la confianza, las personas involucradas confían en que se manejará la información con sensibilidad y cuidado. El objetivo es tejer una relación de confianza que permita una representación justa y respetuosa de los hechos, sin caer en dinámicas sensacionalistas o revictimizantes que suelen estar presentes en los medios de comunicación hegemónicos.

Como resultado, la publicación del reportaje generó que  activistas feministas, de organizaciones de niñez y derechos humanos  protestaran exigiendo sanciones para F. Cadena, demostrando la capacidad del periodismo feminista para impulsar acciones concretas a favor de la justicia, así como la creación de una Comisión de la Verdad impulsada desde la Asambela Nacional que permita investigar los casos de abuso perpetrados en la iglesia Católica.

A medida que las iniciativas de periodismo feminista se enfrentan a la desinformación y a los discursos de odio, es crucial reconocer la valiosa labor que realizan al transformar narrativas y visibilizar realidades silenciadas. El diálogo sobre la necesidad de estrategias efectivas para contrarrestar las políticas antiderechos resalta no solo la urgencia de esta labor, sino también el compromiso ético de las periodistas feministas de ir más allá de la denuncia. Centrarse en la dignidad de las personas afectadas y en los métodos de trabajo basados en la confianza, posiciona al periodismo feminista como una herramienta de cambio social y justicia.

La metodología que enfatiza la empatía y la representación justa permite que las historias de quienes han sufrido injusticias sean contadas de manera respetuosa, impulsando no solo la conciencia pública, sino también la movilización social. El tratamiento periodístico del caso de F. Cadena ilustra cómo un enfoque reflexivo y ético puede generar impacto real, creando espacios para la rendición de cuentas y la búsqueda de justicia en contextos de opresión.

De esta forma, el periodismo feminista no solo informa, sino que también actúa como motor de transformación social y empoderamiento comunitario. Como lo hace también Michelle Nogales desde el medio boliviano Muy Waso, quien desarrolló “Bomba Viral”, un juego de mesa elaborado en colaboración con la DW Akademie, como una herramienta clave para combatir la desinformación y los discursos de odio.

Este proyecto fue fruto de un proceso de cocreación con activistas y comunicadores populares. La idea detrás del juego es que temas complejos como la desinformación puedan abordarse de manera clara y comprensible. En este sentido, “Bomba Viral” busca que las personas se enfrenten a problemáticas complejas, como la manipulación de la información, de una manera que les permita reflexionar colectivamente y aplicar esos conocimientos en sus contextos locales.

Más allá de ser un producto, «Bomba Viral» representa un compromiso con la comunidad. Su distribución a 50 comunicadores populares en Bolivia es un ejemplo de cómo un proyecto puede tener un impacto amplio y práctico. El juego busca no solo informar, sino también generar lazos comunitarios que fortalezcan la lucha contra la desinformación. Para Muy Waso, imaginar futuros significa integrar herramientas sencillas y colaborativas, que permiten a las comunidades involucrarse y adaptarse a los desafíos contemporáneos sin perder la esperanza de un futuro más justo.

La experiencia de ambos medios evidencian la importancia de conocer las estructuras y estrategias de los discursos antiderechos para proponer estrategias más efectivas. Al poner el foco en estos aspectos, el periodismo feminista no solo logrará visibilizar las formas en que estos discursos se expanden, sino que también tendrá la oportunidad de desarrollar narrativas que respondan de manera crítica y directa a sus acciones y políticas. Esto permitirá construir herramientas comunicativas que defiendan los derechos humanos, desafíen el retroceso en conquistas sociales, y promuevan la igualdad y justicia para todas las personas.

Las reflexiones expuestas por las ponentes también resaltan la capacidad del periodismo feminista para desarrollar estrategias innovadoras y el empleo de metodologías que ponen el foco en colaborar estrechamente con activistas y las personas directamente afectadas por la violencia con el objetivo de empoderarlas y fortalecer sus reclamos por justicia.

Para continuar con esta labor crucial, es fundamental que los medios de comunicación feministas que investigan las políticas antiderechos y las historias de impunidad cuenten con la sostenibilidad necesaria para seguir produciendo contenidos de calidad. Esto implica no solo asegurar recursos económicos, sino también fortalecer redes de apoyo y colaboración entre medios, activistas y organizaciones sociales. Sobre todo en un contexto cada vez más adverso, donde los discursos antiderechos y las políticas antifeministas dificultan la labor de las periodistas. Garantizar la sostenibilidad de estos medios se convierte en un reto prioritario, éste fue el punto central de reflexión del panel que cerró el Zarelia.

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Periodismo para la esperanza

El foro titulado Periodismo para la esperanza: ¿Cómo sostener medios feministas y tejer en colectivo desde el cuidado?’ clausuró el Festival Zarelia, ofreciendo un espacio de reflexión sobre todos los retos para lograr la sostenibilidad integral de los medios feministas en un contexto adverso. Las ponentes Fabiola Gutiérrez de la Red de Periodistas Feministas (Chile), Anuka Fuks de Latfem (Argentina), Cristina del Mar de Todas (Puerto Rico), Aída Espíndola de Sandía Digital (México), y Quimy de León de Ruda – Prensa Comunitaria, compartieron sus experiencias y estrategias para fortalecer el periodismo feminista a través de prácticas de cuidado y solidaridad.

Las panelistas enfatizaron que, en medio de la violencia y el desánimo, el periodismo feminista busca ser un espacio de esperanza y cuidado, donde la interconexión y el apoyo mutuo se conviertan en herramientas clave para enfrentar los desafíos del contexto actual. “Un ejercicio de cuidado es volver a recordar, volver a pasar por el corazón, esas cosas que fuimos haciendo y que son potentes. (…) Hay algo en la insistencia del deseo que nos hace resistir y sobrevivir. Tenemos que preguntarnos si tenemos el deseo de seguir sosteniendo un medio y de qué manera. Hay que ser sinceras entre nosotras para poder decir si queremos o no queremos, si queremos, pero no tenemos tiempo, si queremos, pero tenemos fuerza”, reflexionó Anuka Fuks sobre la importancia de la honestidad y la autocrítica en los espacios colectivos.

Según Fuks, es esencial reconocer los propios límites y fuerzas para sostener proyectos de comunicación feminista a largo plazo. Este ejercicio de sinceridad entre compañeras no solo fortalece los medios independientes, sino que también permite una redistribución del trabajo y el apoyo emocional necesario para continuar resistiendo en un contexto de violencia y opresión. Al final, lo que permite avanzar es ese deseo compartido y la voluntad de seguir creando espacios donde las voces feministas puedan florecer y mantenerse vigentes.

En esa misma línea, Cristina del Mar también apoyó la idea de que reconocer los esfuerzos y logros alcanzados por los medios feministas es darle valor al trabajo realizado. Destacar estos avances es fundamental para no perder de vista las conquistas obtenidas y para alimentar la motivación de seguir luchando. Este reconocimiento fortalece la autoestima colectiva y es un acto de resistencia en sí mismo, ya que permite visibilizar el impacto de los medios feministas en la transformación social, en un contexto donde el desgaste emocional y la precarización suelen ser la norma.

“Le hemos quitado el monopolio informativo a los medios tradicionales. Nos miran y se copian de nuestros trabajos todo el tiempo, saben que tienen que compartir el micrófono. El espacio que le hemos quitado a los medios tradicionales no se lo vamos a devolver”, afirmó del Mar resaltando la importancia del periodismo feminista como un actor disruptivo en el ecosistema mediático. A través de su enfoque inclusivo y comprometido, los medios feministas han logrado posicionarse como voces indispensables en el debate público, desafiando la hegemonía de los grandes conglomerados de comunicación y abriendo nuevos espacios donde las narrativas diversas y críticas pueden, como señaló Ana Acosta, seguir polinizando esperanzas.

El Festival Zarelia destaca que, en medio de la adversidad, el periodismo feminista se convierte en un poderoso motor de cambio. Unir voces y experiencias desafía las narrativas de odio y desinformación, construyendo un futuro donde la esperanza, el cuidado y la justicia prevalezcan. Las reflexiones y propuestas compartidas en este encuentro inspiran a persistir en la lucha por una sociedad más equitativa e inclusiva, donde cada historia cuente y cada voz resuene.